Autor: Luis R. Orozco, LCSW –

¿Cuántas veces han escuchado a alguien decir “no te enojes”, “la ira es mala” o, mi frase favorita, “la ira es una pérdida de energía”?  Muchas personas creen que la ira es una emoción negativa que lleva a los seres humanos a hacer cosas horribles.  La ira no es negativa o positiva.  Es tan solo una emoción cuya meta es informarnos acerca de nosotros mismos y de nuestro entorno, y que puede aumentar nuestras posibilidades de supervivencia.

Sin embargo, lo que puede ser negativo o positivo es la manera en la que interpretamos la ira y el comportamiento que produce esta emoción.  Para poder comprender mejor este concepto, debemos realizar un análisis más profundo.  Observar la respuesta corporal a las emociones y las señales del cuerpo que se producen puede resultar útil.  Analicemos parte de la fisiología y el comportamiento humano detrás de la ira.

Antiguamente, muchas personas creían que la ira y otras emociones (como la tristeza y los celos) eran provocadas por demonios y espíritus malignos.  Sin embargo, la ciencia nos ha dado una nueva perspectiva.  Actualmente, muchos científicos están de acuerdo en que las emociones (como la ira) funcionan como motivadores.  Otorgan a los humanos el impulso necesario para entrar en acción.

Permítanme darles un ejemplo.   Piensen en una madre que cuida de su bebé, lo alimenta y le provee todos los elementos básicos.  Lo hace sin ninguna otra expectativa que no sea la propia satisfacción de haber cuidado a su bebé.  Si le preguntásemos a esta madre por qué cuida a su bebé si nadie le paga por ello,  ella simplemente respondería que lo hace porque ama a su hijo.  Desde una perspectiva científica, su respuesta es correcta.  El amor es el motivador que provoca que ella se ocupe de su hijo, lo que aumenta las posibilidades de supervivencia del niño.

Volvamos a usar el mismo ejemplo de la madre y su bebé, pero ahora cambiemos el contexto.  Imaginemos a la madre caminando con su bebé por el parque.  De repente, un extraño se acerca y actúa de una manera tal que la madre percibe un peligro tanto para ella como para el bebé.  Les aseguro que, en este contexto, la madre tendrá una mezcla de emociones y una de ellas será la ira.  Estas emociones provocarán que la madre haga algo acerca de esta situación, ya sea gritar para pedir ayuda, correr con su bebé o resistirse.  Cada reacción incrementaría las posibilidades de supervivencia tanto de la madre como las del bebé.

Estos son ejemplos de la manera en la que las emociones pueden funcionar como motivadores.  Ahora analicemos de qué manera el cuerpo humano responde a la ira.

Cuando un individuo está enojado, suceden muchas cosas en el cuerpo del individuo, tanto externa como internamente.  La expresión externa de la ira puede encontrarse en las expresiones faciales, el lenguaje corporal y, a veces, en reacciones públicas de agresión.  Por ejemplo, el rostro se enrojece, las cejas se mueven hacia adentro y abajo para generar una mirada fija en el objetivo, las fosas nasales se dilatan, la mandíbula se tensa y el cuerpo se pone en guardia, lo que da la impresión de una actitud de ataque y defensa.

Algunas de las reacciones corporales internas en relación con la ira incluyen un mayor ritmo cardíaco, aumento del flujo sanguíneo, liberación de glucosa de las reservas de energía y liberación de hormonas, como la adrenalina y la             noradrenalina.  Estas respuestas forman parte de la reacción de “lucha o huida”, reacciones corporales internas y externas que liberan energía acumulada; energía que se puede utilizar de manera productiva o negativa.

La clave está en canalizar la energía correctamente.  Es posible que se estén preguntando cómo canalizar la energía de manera productiva.  El primer paso consiste en reconocer las señales del cuerpo.  Nuestro cuerpo nos habla constantemente y nos da señales de lo que está sucediendo tanto interna como externamente.

Por ejemplo, cuando la temperatura del cuerpo y los dolores aumentan significativamente (síntomas de fiebre), el cuerpo anuncia una batalla importante entre los anticuerpos y una infección viral o bacteriana.  Estas señales (síntomas) nos advierten acerca de algo potencialmente peligroso que está ocurriendo dentro de nuestro cuerpo, lo que nos permite hacer algo al respecto (por ej., ir al médico, descansar, beber líquidos o tomar un medicamento) antes de empeorar.

Las emociones, como la ira, tienen la misma función.  Obligan al cuerpo a darnos señales de que algo está mal.  Es nuestro deber prestar atención a estas señales y hacer algo al respecto antes de que la situación empeore.  Estrategias que podrían ayudar a controlar la ira de una mejor manera:

  • Hacer ejercicio
  • Escuchar música
  • Anotar en un diario sus pensamientos y emociones
  • Dibujar
  • Realizar respiraciones profundas
  • Hablar sobre sus sentimientos con alguien de confianza
  • Distraerse
  • Aprender estrategias de control de la ira (con un libro o mediante una terapia grupal o individual)

Saber que la ira es un motivador que puede incrementar nuestra energía y que también nos provee señales de que algo está mal puede ayudarnos a usar esta emoción para bien.  Podemos utilizar este conocimiento para mantenernos alejados de los problemas y motivarnos a mejorar nuestras vidas.  La energía proveniente de la ira se puede canalizar de manera creativa para ayudar a otros y para mejorar nuestras vidas.